“Slow design”: la búsqueda de la lentitud y el riesgo de la inmovilidad

Las medidas de seguridad contra la pandemia han cambiado nuestros hábitos y esto también ha afectado al interiorismo. Han obligado a muchas personas a pasar mucho más tiempo en casa y valorar los espacios y las comodidades (un jardín, una terraza, un patio, la luz natural) más de lo que hacían hasta ahora. Una situacion que sin duda tuvo consecuencias en las elecciones de diseño, reforma y compra.

Pero esto ya te lo contamos hace unos artículos. Sin embargo, no le dijimos que alguien le ha dado un nombre o, más bien, un contexto a esta tendencia.
Estamos hablando de “slow design“, literalmente “diseño lento”. Dar un nombre a todo, catalogar, clasificar, etiquetar y sobre todo desestructurar todo es un vicio contemporáneo.
Pero en este caso la definición no es “deconstructiva” para nada. Al contrario, es muy “holística”. Es suficiente leer el artículo de la interiorista Susanna Cots publicado por Houzz para darse cuenta de ello.

¿Qué quiere decir “slow design”?

Strictu sensu, el concepto de “slow design” significa poco o nada. No es exactamente un estilo de mobiliario. Cots de hecho señala: “El movimiento slow es aplicable a todos los aspectos de la vida: slow life, slow design, slow education, slow work, slow cities”.

Por lo tanto, no hay nada de malo en hablar de “slow design”, siempre y cuando no se crea de poder ir tan lejos. Centrarse en lo particular es un riesgo que hemos subrayado hace unas semanas. En muchos casos, como en esto, lo relevante es el marco general, la visión del mundo. Porque esto es de lo que hablamos en realidad: la filosofía “slow”.

Se trata de una filosofía que, de momento, no nos dice mucho sobre “cómo” diseñar: intenta explicarnos el “qué” pero más que nada nos revela el “por qué”. Su influencia visible en el estilo de dibujo se va a materializar quizás solo a largo plazo. Por ahora no hay estándares estéticos específicos.

Podemos decir que se trata de un diseño “especialmente cuidadoso con el medioambiente en la elección de los materiales y del proceso de fabricación”, que también pretende resolver la cuestión de la “contaminación acústica o el cansancio visual de la ciudad y favoreciendo espacios diáfanos, luminosos y poco recargados “.

Un diseño que prefiere el “diseño local al global, haciendo énfasis en la recuperación del conocimiento vernáculo y la artesanía local en un intento de conectar con raíces culturales”. Un diseño que imagina espacios que “fomenten la interacción, el diálogo, el trabajo en equipo y los buenos momentos en familia. Espacios que se conecten entre sí, dedicando especial atención a las áreas comunes” y que “lleve a apagar la televisión, a leer un libro, a charlar o simplemente a reflexionar. Un espacio donde el tiempo se detenga”.

En cambio, se trata de una filosofía en proceso de afirmación, con mil expresiones estilísticas potenciales y, obviamente, no desprovista de continuidad ideal con el pasado. Pensamos en la filosofía minimalista, por ejemplo.

¿Existe una relación entre “slow design” y diseño minimal?

A nivel “sociológico”, la cuestión interesante es que la pandemia parece sólo una ocasión más para la afirmación de la filosofía “slow”, que en realidad la precede.
“Desde hace muchos años”, explica siempre Cots, “soy vegetariana y consumidora de productos ecológicos. Hace tiempo descubrí el movimiento slow food, que nació en Italia, en el momento en que empezaba a ganar adeptos en nuestro país”.

La pandemia y el encierro, de hecho, no crearon la cultura “slow”, pero parecen haber contribuido a su afirmación como cultura de masas. La idea minimal efectivamente parece la premisa estilística necesaria para llegar al “slow design” y, por tanto, un buen punto de partida.

Filosóficamente, estamos precisamente en la evolución del minimalismo, que nos recordó la importancia de lo esencial, eliminando lo superfluo y el exceso del mobiliario y la decoración.
El diseño “slow” es el siguiente y consecuente paso: “Desacelerar el ritmo en algunas áreas de tu vida significa vivir con más conciencia y mejor. ¡Sí!, más lento es igual a más calidad de vida”.
Sin duda, es una reacción a las criticidades del modernismo, así como el minimalismo (“menos es más”). Y, como por el minimalismo es esencial distinguir entre forma y sustancia para captar su verdadero sentido.

La modernidad que elimina lo superfluo en nombre de la estandarización es “mínimal” solo por forma y cantidad. Sustancialmente no lo es. El apartamento pequeño, toda costa eficiente y funcional dentro del edificio abarrotado de una ciudad abarrotada es cuantitativamente minimal. Sustancialmente no lo es. El minimalismo es meditación pero no soledad, reducción dirigida a lo esencial y no al ahorro, eliminación de lo superfluo pero no de la belleza ni de la atención al detalle.

En el caso del diseño lento, está en juego el concepto de lentitud. La lentitud finalmente deja de representar la falta de productividad y vuelve a ser el ideal de reflexión y profundidad.

“Aquí la palabra lentitud”, explica Cots, “pierde su significado peyorativo. En nuestro estudio entendemos la lentitud como una parada importante para sentir, saborear, deleitarse, apreciar las emociones más simples y disfrutar del aquí y ahora”.

Un diseño restaurador: cuidado a no acabar en la inmovilidad

Sin embargo, lentitud es siempre una definición relativa: su definicion depende de la velocidad estándar. Por lo tanto, reducir la velocidad es necesariamente una reacción a ir demasiado rápido. No es de extrañar que Cots afirme: el “slow design” es “un diseño restaurador, que regenere el dañado medioambiente. Que logra un reciclaje eficiente”.

Pues para hacer las distinciones necesarias entre forma y sustancia, es importante en este caso subrayar una cosa: la lentitud es deseable, la inmovilidad no lo es. No nos gusta la inmovilidad de una vida de solo contemplación, de solo ociosidad, desprovista de acción, como la vida toda virtual y remota quese prospecta, de una vida que se reduce a un sofá, a tu casa y un PC asi como, recién, muchos se han visto obligados a hacer. No quisiéramos que toda esta exaltación de la lentitud sea solamente el arma justificacionista de quienes pretenden desarrollar la economía en este sentido.

Porque, en este caso, de la auténtica lentitud solamente pocos podrán en realidad disfrutar, asi como paso en el confinamiento. Para los otros será inmovilidad. El redescubrimiento de la lentitud como valor es un hermoso logro, pero hay que defenderla de la inmovilidad. Seamos mínimal pero no escépticos, lentos pero no parados. No olvidemos que nuestra casa es nuestro refugio, pero no puede ser nuestro mundo.

Emmanuel Raffaele Maraziti

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