Mirar a la esencia: la filosofía del estilo minimalista

El origen del término “mínimal” se debe a Richard Wollheim, un filósofo del arte británico, quien en 1965, en la revista “Arts Magazine“, escribió un artículo sobre el concepto de reducir todo a lo esencial.

Como el propio término sugiere, el estilo minimalista tiende de hecho a la simplicidad, a la eliminación de lo superfluo, de las decoraciones y del exceso. En su lugar, se presta especial atención a la practicidad, el equilibrio, el orden, la forma y la utilidad.

LOS ELEMENTOS DEL ESTILO MINIMALISTA

El color preferido por los diseñadores que se refieren a este estilo puramente contemporáneo es el blanco, posiblemente acompañado de colores suaves, nunca llamativos para no desviar la atención al detalle. Es muy frecuente el uso del contraste con el negro, para aumentar la percepción del espacio, incluso si uno opera en el contexto de casas con dimensiones reducidas.

Pocos obstáculos, ambiente relajante y “fácil” de vivir, orientado a la funcionalidad. Por ejemplo:

  • Camas contenedores” para ahorrar espacio y maximizar la utilidad
  • armarios con puertas correderas
  • espejos posiblemente sin marcos o con marcos delgados (también con el fin de aumentar la percepción del espacio disponible)
  • un salón-cocina único, con una isla útil para preparar comidas pero también para separar los dos espacios
  • evitar los candelabros grandes y llamativos (en su lugar focos empotrados de bajo consumo y lámparas de estela metálica, incluso si el objetivo sigue siendo capturar la mayor cantidad posible de luz natural)
  • muebles lacados que reflejan la luz (sin adornos)
  • mesas de cristal, con una transparencia que casi elimina la pesadez de otros materiales.

En resumen, trabajamos con elementos primarios, geométricos, con líneas y formas regulares, todo en nombre del funcionalismo.

MODERNIDAD Y FILOSOFÍA MÍNIMAL

El significado de una elección “mínimal”, en términos de filosofía, permite una doble lectura, que se puede observar ya con el desarrollo de la arquitectura moderna.

En primer lugar, es imperativo tener en cuenta que la tendencia hacia la abolición del elemento decorativo y el utilitarismo es un hecho típicamente moderno.

La eliminación del desperdicio y la maximización del “beneficio” pueden de hecho considerarse, de alguna manera, expresiones del economicismo y del método científico que se afirma con la modernidad. En efecto, de ahi surgen tanto el modelo capitalista-liberal como el modelo socialista y la eliminación de lo superfluo se convierte en una obligación con el advenimiento de la sociedad de masas.

LE CORBUSIER: “LA CASA ES UNA MÁQUINA PARA VIVIR”

A principios del siglo pasado, un estilo racionalista basado en estos mismos principios se había establecido en la arquitectura. E incluso antes de la Gran Guerra, de hecho, el arquitecto austríaco Adolf Loos insistió en la inutilidad de la decoración, sentando las bases de lo que será precisamente la arquitectura racionalista.

Pero es el famoso Le Corbusier que pasa a la historia por su “modernidad desprovista de intencionalidad estilístico-estética” que surge “directamente del desarrollo correcto de problemas bien planteados”.
La casa, para el famoso arquitecto suizo-francés, no es más que una “herramienta de vivienda”, una “máquina para vivir”, que apunta a la perfección en el sentido puramente funcional del término.

El Movimiento Moderno, de acuerdo con los criterios resumidos por Bruno Taut en 1929, mira a ofrecer la mejor utilidad posible, a centrarse en la relación entre construcción y propósito y concebir la belleza solo en vista de su función.

Más allá del detalle individualista, pero también más allá de las caracterizaciones locales y de identidad, se trata de una arquitectura unificadora pero, por otro lado, también homologadora. Por eso, con el auge de la construcción de los años sesenta y setenta, se llega a la estandarización de los elementos y reducción de espacio habitable, en apoyo a las necesidades de urbanización masiva y vivienda pública.

En resumen, una solución que responde a las necesidades más “profanas” de la modernidad: ningún ideal más allá del hecho económico, sino funciones que deben cumplirse al costo mínimo, sin lujos románticos o reclamos sobrenaturales.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA: UN ESTILO “ZEN”

Aunque el diseño minimalista es, por lo tanto, una expresión de la cultura moderna, la otra cara de la moneda esconde una interpretación “zen” de su filosofía en forma pura. Lo esencial, en este caso, corresponde a una necesidad espiritual que rechaza lo superfluo y el consumismo en nombre de un retorno al origen. Un objectivo que también se adapta a la afirmación del concepto de sostenibilidad y diseño ecológico, para una mayor armonía con la naturaleza.

La eliminación de todo lo innecesario es, en este caso, funcional en la búsqueda de un equilibrio interno que se expresa en la búsqueda de un orden externo, con luz natural que favorezca la meditación, la relajación, la lectura y una sensación de paz. Todo recuerda las antiguas filosofías naturales y, en cierto sentido, representa un rechazo en comparación con la afirmación de una modernidad “oscura” y utilitarista.

MINIMALISMO NO ES RENUNCIAR A LA BELLEZZA Y LA IDENTITAD

Entonces, si tienes la intención de hacer una elección mínimalista, hay que tener en cuenta la diferencia entre estas dos interpretaciones de un estilo tan moderno: el “cómo” y el “por qué” de la elección, de hecho, dará lugar a un resultado muy diferente.

Asi que, “menos es más” pero no renuncies a la belleza y tu identidad, tus particularidades, tus necesidades internas, tu comodidad. Aprovecha el estilo minimalista para encontrarte.

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