El Tercer Paisaje, anárquico e insumiso

¿Qué es lo contrario del diseño y la planificación que tratamos en este blog?
Se podría decir, la ausencia de planificación y de diseño, el caos, la tierra baldía y el desorden.
La respuesta es verdadera sólo en un sentido antropocéntrico.

 

En ausencia de una planificación humana, de hecho, los espacios siguen siendo ocupados por otras especies que, a su manera, dan una función a los espacios y, de este modo, intervienen en ellos, aunque de forma menos evidente que la especie humana.

Hace casi veinte años, el agrónomo y paisajista francés Gilles Clément, a partir de la observación de estos espacios, dio vida al Manifiesto del Tercer Paisaje.

Teniendo en cuenta la propia definición del Tercer Paisaje (aunque quizás no todos entendieron su significado), el manifiesto nació con la idea de centrarnos en estos espacios pero no para que pudiéramos intervenir sobre ellos. De hecho, el manifiesto era más bien una invitación a no hacer nada con respecto a ellos y, en general, a hacer lo menos posible.

El Tercer Paisaje, formado por el conjunto de los espacios abandonados, residuales, los nunca tocados por el hombre y las reservas, según Clément, es “un espacio que no expresa ni el poder ni la sumisión al poder”.
Como espacio que escapa a la antropización, el Tercer Paisaje es en cierto sentido anárquico y la exaltación de este aspecto “romántico” del mismo es probablemente el objetivo final del manifiesto de Clément, que no por casualidad introduce el concepto haciendo referencia a la mucho más político del Tercer Estado.

El Tercer Paisaje, además, aparece casi como la transfiguración paisajística de una revuelta de los “últimos” y los “rebeldes”, aquellos que no pueden ser explotados ni sometidos por insuficiencia, sacralidad o dificultad para ser domesticados.
Los espacios del Tercer Paisaje, así como los últimos y los rebeldes, están protegidos de la ley de los hombres: no se someten ni pretenden subyugar a nadie.
Solo quieren vivir en paz, con sus reglas y su armonía.

El Tercer Paisaje, en la visión de Clément, es el espacio acogedor por excelencia, un refugio, donde todas las especies que perturban al hombre o que existen independientemente del hombre encuentran una manera de existir y desarrollarse.
El Tercer Paisaje representa así la cuna de la diversidad, ya que, como señala Clément, donde el hombre domina la diversidad decrece.
El Tercer Paisaje, además, domina en los suburbios, lejos de las ciudades, en lo alto de las montañas, en los bosques y, siempre, en cualquier caso, incluso cuando está en medio de la ciudad, pretende volver a la naturaleza.

El Tercer Paisaje, en definitiva, es la idea, quizás ingenua o irreal, de un espacio de libertad e “invención biológica” más allá de las leyes humanas y de la tendencia (aparentemente considerada) parasitaria del hombre.

“La actividad humana”, apunta Clément, “acelera el proceso de unión que conduce a una pangea, disminuye el número de recintos aislados y, en consecuencia, el número de especies.
La antropización planetaria cada vez mayor conduce a la creación de espacios residuales cada vez más numerosos y conjuntos primarios cada vez más reducidos (espacios nunca tocados por el hombre, ed.)”.
Solo sobreviven las especies cuya vida es compatible con la reducción de los espacios disponibles.

Frente a un texto que equipara la antropización a los cataclismos naturales, en relación con la disminución del número de especies sobre la tierra, bien podemos decir que el Manifiesto del Tercer Paisaje es antihumanista, radicalmente ecológico y postmoderno en el la utopía post-antropocéntrica que implícitamente revela.

Solo el abandono de los espacios, incluso más que el deseo de preservarla, permite el desarrollo de la diversidad, explica Clément.

Nuestra interpretación, además, parece encontrar confirmación en una entrevista concedida por el escritor francés a la televisión estatal italiana en 2015:

“¿De qué sirve observar, interpretar y leer el paisaje real y concretamente?”, pregunta el periodista.

“No hay otros fines”, responde Clément, “que no sea saber dónde vives. Comprender el entorno en el que vives te permite saber cómo actuar, cómo hacer buenos gestos, cómo permitir que surja un futuro feliz”.

Y otra vez: “El dilema que queda abierto es: ¿dejar todo como está o intervenir? En definitiva, ¿a qué aspira a convertirse el Tercer Paisaje?”.

De nuevo, Clément insiste:

“En nuestra profesión suelo argumentar que no hacer nada es útil para todos. Porque si no se hace nada, la tierra se convierte en un páramo y luego en un bosque. Produce el oxígeno que necesitamos para vivir y que todos compartimos. Claro, también se puede intervenir. Pero, en este caso, ya no se trata del Tercer Paisaje sino de Jardín”.

No creo que sea una cuestión de elegir, estoy convencido de que sea una cuestión de reflexionar: sobre el equilibrio y sobre cuándo conviene el silencio y la inacción.

Emmanuel Raffaele Maraziti

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