La arquitectura tienen su propia música y su propio ritmo.
Nunca antes me había dado cuenta.
Hasta encontrarme con un texto que cambió mi forma de entender los espacios.
Por lo general, guardo celosamente los libros porque, una vez leído, un libro es parte de ti.
Directamente o indirectamente, por reacción o adhesión, parcialmente o totalmente, entra en tu sangre y en tu cabeza.
Sumándose a las infinitas capas de experiencia que forman tu conciencia y de tu identidad.
Algún día querrás ojearlo y seguramente le encontrarás nuevos significados.
Por eso me arrepentí sumamente al darme cuenta de no haber anotado el titulo y autor de ese libro.
En ese momento vivía en Londres, me encontré con este libro entre las manos.
Era de un amigo arquitecto y me puse a leerlo.
Ni se que libro es pero cambió mi forma de ver las estructuras.
Nunca antes me había pensado que se puede entender la arquitectura a través del ritmo.
Que la estética imita los latidos del corazón.
Que efectivamente los edificios y los espacios, que la arquitectura tienen su propia música.
De repente me puse a imaginar los tonos agudos que sugieren las catedrales góticas y los tonos graves que susurran los monasterios de estilo románico.
Empecé a escuchar la regularidad del sonido que inspira los antiguos templos griegos, las distancias entre las columnas que suena al ritmo de nuestro corazón.
Una mala construcción nos molesta estéticamente tanto como un ruido molesto.
Eso pasa por la misma razón: le falta ritmo, melodía o gracia.
Visitamos las grandes ciudades del arte, admiramos extraordinarios paisajes naturales y apreciamos la armonía en las casas, como en la música.
Espacios vacíos y espacios llenos, colores como notas: el que diseña espacios es, a su manera, un compositor.
Caminamos rodeados de belleza y podemos sentir la sensación de bienestar que nos provoca por dentro.
La belleza llama belleza. Destruir la belleza es un poco cómo destruir la vida.
Equilibrio, elegancia, armonía tienen su origen dentro de nosotros.
En la maravillosa “repetición heterogénea” de la naturaleza y en sus leyes.
A través de la arquitectura y la decoración, proyectamos nuestra interioridad en el mundo.
Emmanuel Raffaele Maraziti